Extraído del libro de Daniel López-Cañete "Jaime Juan Falcó, Obras Completas Vol. I", con permiso explícito del autor. El texto original está escrito en latín y traducido por Daniel López-Cañete
 
 
COMPARACIÓN DE LA VIDA Y EL AÑO
 
La primavera es comienzo del año, la juventud, parte primera de la vida:
húmeda época, una y otra. Fructífero es el verano, y el ímpetu viril produce muchas cosas: fogosa época, una y otra. Albea el otoño, y encanece la edad ya bien madura: estéril época, una y otra. Cierra el año el invierno, y la vejez el ámbito de vida: desapacible época, una y otra.
 
SOBRE LA MISERIA DEL HOMBRE
 
¿Qué es el hombre? Primero barro, al punto un niño, de repente un varón,
pronto un anciano, enseguida ceniza, y luego nada, pura nada.
 
SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE
 
¿Qué es, sino una rara especie? Dueño de sí, rey en el mundo, huésped del
suelo, heredero del cielo, casa de Dios, un dios menor.
 
SOBRE LAS DESIGUALDADES E IGUALDADES DE LA VIDA
 
El campesino y el príncipe son engendrados por idéntico acto; todos somos, pues, iguales, en la cavidad del vientre. Así como el siervo viene desnudo al mundo, también el rey; todos somos, pues, iguales, al comienzo de la vida. Se pudre la carne del pobre y se pudre la del rico: todos somos, pues, iguales, al arbitrio de la muerte. Somos concebidos, nacemos y morimos sin ninguna diferencia, mas la suerte desigual no nos permite ser iguales.
 
SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA
 
La vida se hace de años, el año consta de meses, el mes lo constituyen las semanas, y la semana los días, y el día lo integran las horas de lapsos fugaces, y la hora se divide en segundos y en breves instantes. Por lo tanto, que no se te vayan los momentos del corto día, pues la vida se te va cuando se va la breve hora.
 
DE LA MUERTE Y EL AMOR
 
La muerte y el amor en poco o nada se distinguen: la muerte carece de ojos, y ciego es el amor. Ambos duelen, y ninguno ante lágrimas o ruegos se conmueve; uno y otro desprecia riquezas inmensas. Quien muere palidece, y palidece asimismo el triste enamorado; tristemente llora el que muere, tristemente llora el que ama. La muerte nunca muere, sin fin vive Cupido; dardos maneja la muerte y dardos el amor maneja. Sólo en esto tienen diferencia: la muerte perdona al Olimpo, mientras que el hijo de Venus hizo de Júpiter un ave.
 
SOBRE EL MURCIÉLAGO DEL REY JAIME I DE ARAGÓN
 
Este ambiguo animal que, mezclado de formas diversas, es de una parte ratón y de otra parte a un pájaro remeda, especie singular del aire y de la tierra, ave del véspero, que de la hora vespertina toma el nombre, ¿quién creería que es espejo de virtud en muchas cosas, y que templa sus actos de modo admirable? Pues pone su nido y no busca los lugares más altos o más bajos, sino que en zona intermedia coloca a las crías. Igualmente rehúye las tinieblas de la noche y la radiante luz del día, cual si fuesen extremos perniciosos. Antes bien, aguardando la hora dudosa, sale con el véspero, que separa medianero la noche y el día. No daña a los labriegos al uso de otros pájaros, no suele, cual ratón, causar estrago en las despensas. Al contrario, devora mosquitos malignos con boca justiciera, y vuela cual guardián en derredor de los techos y las casas. Y mientras vuela, sus ubres amamantan a las crías, que van colgando, signo de amor que bien puede servirnos de enseñanza.
De ahí que el prudente Jaime tuvo como emblema este animal, y su yelmo real ostentó el ave de cuatro patas. Cuando decidió marchar contra los moros de Valencia y someter cervices bárbaras a su yugo primitivo, llegó, luchó y venció con poco riesgo; la libertad le fue devuelta a la ciudad y la ciudad a Dios. Y aquel pueblo, para no mostrarse ingrato tras haber sido librado de los moros y recordar en todo tiempo al justiciero, estableció en honor del rey fiestas en honor de San Dionisio cada año, y en ese día se ensalzan las hazañas reales El magistrado lleva la enseña real por la ciudad, y, con él, hombres armados y padres con el hábito de púrpura Desde entonces, entre los valencianos, perdura en las enseñas la imagen del ratón alado, y el amor al rey también.
 
SOBRE SÍ MISMO
 
Airado poco ha, porque te amaba sin ser correspondido, Lesbia, ‘la muerte’
-me dije-’pondrá fin a mis desdichas’. Y ya contra mí mismo dirigían la espada mis manos, y destrozado iba mi pecho a ser por honda herida. Pero antes, al recordar que estabas dentro de mi pecho clavada, el acero refrené, no fuera a hacerte daño.
 
A FANNIA
 
Sólo gracias a ti, mis versos son leídos; que sean tan tristes mis cantos, es sólo culpa tuya. Sólo gracias a ti, me celebra la urbe en que he nacido; que me haya olvidado de ella, es sólo culpa tuya. Sólo gracias a ti soy puesto por las nubes, ¿y qué?; soy la comidilla del vulgo, y es sólo culpa tuya. Sólo gracias a ti, viviré después de mi muerte; que esté muerto ya en vida, es sólo culpa tuya. Cuándo será que pueda, Fannia, decirte siempre, sólo gracias a ti, sólo gracias a ti.
 
SOBRE EL RELOJ DE ARENA
 
Esta hora fugaz en demasía, mientras corre la arena por el vidrio, nos divierte que no lejos está el día postrero. El total de la breve vida se compone de livianas horas, y como el hombre es polvo, a la manera del polvo se consume.
 
COMPARACIÓN DE LA VIDA HUMANA Y DEL DIA
 
El hombre y el día nacen y se acaban de igual suerte. Así, una vez que ambos salen a la luz, ninguno sabe perdurar. Vemos que pasa volando la mañana, y no va la juventud más lenta, los adultos viven el mediodía, y la vejez se corresponde con la tarde.
 
LAS CUATRO ESTACIONES DEL AÑO
 
Da mieses el verano, el otoño abastece de vinos, rechina el invierno, y en la estación de primavera los campos reverdecen. En primavera hay colores variopintos en los prados, en verano, las legumbres, es fértil en vientos el invierno, la primavera siembra de rosas la llanura. Primavera, otoño, invierno: flores, vendimia, frío; mayor es la gloria del verano, que cosecha trigos. En otoño abundan las vides, en verano los frutos, el invierno encanece su semblante, y la imagen de la primavera es verde. Granos produce el feraz estío, uvas el otoño, sonríe la primavera en riberas cuajadas de rosas, llora el invierno. El vendimiador es amante del otoño, el labrador del estío, el amor es amante de la primavera, el infierno está yerto de frío. El pámpano es adorno del otoño, la espiga, del verano, la nieve es el regalo del invierno, la gloria de la primavera es el aroma. En primavera, la belleza de los campos, en otoño, los mostos de Baco, en verano retorna la espiga, el invierno es ajeno a los frutos. Sarmientos y trigales son la alegría del otoño y del verano; primavera e invierno lo llenan todo de flor e hielo. En primavera Venus recibe flores, Baco, vinos en otoño, en estío recibe Ceres mieses, el invierno está arrecido. El otoño es hervidero de trujaletas, de hoces el verano, el invierno rechina, en la estación de primavera, los campos reverdecen.